El trayecto a casa fue silencioso y el taxista un poco rancio, supongo que también había tenido una noche movidita y ya le apetecía acabar el turno. Mejor. No estaba de humor para tener una conversación forzada con otro desconocido y así podía ordenar un poco aquel caos de sensaciones que, una vez más, empezaban a revolotear por la cabeza, el estómago y el interior de los muslos.
Empecé a juguetear con el móvil y pensé en llamarle un par de veces, pero… ¿Qué le dices a tu ex cuando te has acostado por primera vez con alguien desde que lo dejasteis? “Oye, mira que te den, ya estamos en paz. ¿Nos tomamos un café y lo comentamos?” No. Aunque la venganza era tentadora, definitivamente, no era la mejor idea.
Además, le echaba de menos… Mucho. Y me sentía sola, aunque hoy un poquito menos. Me apetecía volver al estado del minuto previo a saber lo que había ocurrido. ¿Cómo no iba a quererlo? Un tiempo en el que yo era la princesa y él mi príncipe azul. Y como todos sabemos, los príncipes azules sólo tocan, besan y fornican con sus princesas… ¿no? Alguien debería poner una demanda a Disney por publicidad engañosa.
Le echaba de menos, aunque no sé si a él o a cómo era mi vida cuando estaba con él. Previsible. Rutinaria. Segura. Y con un mínimo de sexo asegurado, muchas veces mecánico y carente de cualquier sorpresa, pero cumplía su objetivo dos veces a la semana.
Apenas le conocía, pero después de meses cerrado por reformas allí abajo, me apetecía pasármelo bien, dejarme de dramas y empezar a conjugar el verbo follar. No es que mi idea a partir de ahora fuera saltar de cama en cama, ya me gustaría a mí. Es que reflexionar sobre mi tristísima vida sexual había hecho que tuviera ganas de añadirle un poco de picante como el de ayer.
La guindilla, el pimiento y/o chile picante tienen fama de encender las pasiones. Se trata de una comida que estimula el calor en el cuerpo y por eso se la relaciona con el deseo. En casi todas las culturas hay variantes de este fruto, varían su sabor, su nombre y el nivel de picante. La mayoría son especies del género Capsicum, son ricos en vitaminas (A, E y C) y minerales (hierro). Su poder como estimulante sexual se debe a que contiene una sustancia picante la capsaicina y a su elevada concentración en vitamina C.
Isabel Allende, en su libro Afrodita, describe el chile picante como «el fiero componente de los platos exóticos que dejan la boca en llamas y estimulan la imaginación y el apetito para el amor.»
La capsaicina
La capsaicina es un alcaloide que determina el grado de picante de los pimientos. Este componente químico tiene la capacidad de estimular los receptores térmicos y de dolor en la piel, de la misma manera que ocurriría si nos quemáramos, especialmente en las membranas mucosas.
El mismo receptor, y otros relacionados, se activan por la piperina, un compuesto en la pimienta negra y el isotiocianato de alilo, compuesto que te da esa sensación de ardor cuando ingieres mostaza y rábanos. Estos receptores se activan para advertirnos de que no es una buena idea ponernos eso en la boca. Hay individuos más sensibles que otros, ya que su capacidad de estimulación está determinado genéticamente. Las mujeres, por lo general, son más sensibles, aunque el consumo frecuente de picante hace que los receptores se desensibilicen.
Al estimular los receptores del dolor, el cuerpo responde produciendo endorfinas. Las endorfinas son neurotransmisores opiáceos cuya misión es mitigar el dolor, aunque no es la única de sus funciones. El cerebro también genera endorfinas como sistema de recompensa, generando placer, al hacer una actividad conveniente para nuestro organismo. Se generan al practicar sexo, ejercicio o incluso al estar acompañado, motivándonos para seguir buscando esa sensación mediante la práctica de estas actividades beneficiosas.
La comida picante nos atrae porque pone en funcionamiento al mismo tiempo los sistemas de dolor y placer, según un artículo publicado en The Wall Street Journal.
El comer alimentos picantes, tiene mucho que ver con un condicionamiento psicológico pero también de adaptación. En nuestro cerebro, las sensaciones de placer y dolor muchas veces se solapan. Ambas utilizan los nervios del tallo cerebral, activan el sistema de dopamina del cerebro y las mismas áreas del córtex que influyen nuestra percepción y conciencia.
Siri Leknes, en un estudio publicado en Plos One demostró de qué manera la sensación de alivio y placer son, esencialmente, la misma. Nuestro cerebro siente miedo y amenaza cuando nos metemos en la boca una guindilla, pero una vez descubre que esta no nos va a causar ningún daño, nos hace sentir un alivio que se traduce en una peculiar clase de placer.
Puede ser que haya relación entre la preferencia por lo picante y los altos niveles de testosterona. Resultados preliminares elaborado indican que los hombres jóvenes que disfrutan la comida picante poseen niveles más altos de testosterona. También es posible que el consumo regular de alimentos picantes aumente los niveles de la hormona, como se ha demostrado en ratones. Sin embargo, son necesarios más estudios.
La investigación encontró una correlación entre el gusto por la capsaicina (componente activo de la guindilla), ser socialmente dominante y el comportamiento atrevido.
Entre las múltiples propiedades de este alcaloide, están además, el ser vasodilatadora y aumentar el calor interno del cuerpo, con lo que se mejora el riego sanguíneo de las zonas erógenas y por tanto la sensibilidad.
La vitamina C
La guindilla puede ofrecer en pequeñas proporciones una cantidad considerable de este potente antioxidante que es la vitamina C, pues en 50 gramos nos ofrece 71 mg de este micronutriente. Mantener la dosis necesaria de esta vitamina en nuestro organismo, a través del consumo de cítricos y verduras aporta beneficios para la salud en general; refuerza nuestras defensas, ayuda a cicatrizar heridas, favorece la absorción del hierro en el organismo y nos ayudará a nivel sexual.
Un estudio realizado a hombres jóvenes demostró que 3 gramos al día de ácido ascórbico puede aumentar la frecuencia de encuentros sexuales.
La vitamina C está implicada en los procesos de reducción del estrés y la ansiedad, además, favorece la función cardiovascular y aumenta la liberación de oxitocina (conocida como hormona de la felicidad). Lo que conduce a una mejora del rendimiento, el placer y el deseo sexual.
Así que, a partir de ahora, ya no hay excusas para añadir algo de picante a vuestros platos…eso sí sin pasarse. Y si es con un pimiento de la variedad «pene» seguro que además de los calores las risas estarán aseguradas. Son pimientos originarios de Texas y Louisiana, EEUU . Tienen forma fálica y no han sido modificados genéticamente.
Rätsch, Christian. Las plantas del amor. Fondo de cultura económica.
Allende, Isabel. Afrodita. Plaza James.
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