No sé a vosotros, pero a mí el hablar de espárragos hace que me venga a la mente la escena erótico-gastronómica de un anuncio de televisión en el que un portentoso carretillero, ataviado con su camisa a cuadros y sombrero de paja, ofrece a la señora un turgente espárrago blanco que introduce en la boca. ¿Lo recordáis? Y es que los medios de comunicación nos han enseñado que en eso de la naturaleza y la sexualidad, las formas ayudan.
Personalmente, no soy muy de entusiasta de los espárragos pero hay grandes amantes de este producto. Independientemente de nuestros gustos en la cocina, hay alimentos con texturas, olores, formas o sabores que invitan al sexo. Resulta natural relacionar sexo y comida en la teoría, lo complicado es llevarlo a cabo con éxito en la vida real.
A lo largo de la historia, la forma fálica de los espárragos ha despertado el interés de por su supuesta potencialidad erótica, por aquello de que de lo que se come se cría. Sin embargo, aunque en diferentes momentos de la historia ha habido personajes que han alabado sus virtudes erotizantes no le han faltado detractores de estos supuestos efectos.
Hay referencias históricas de los efectos afrodisíacos de los espárragos en la obra de Apicio, gastrónomo romano del s. I d.C. quién los recomendaba como estimulantes del estómago y el sexo; y en la obra de Plinio, naturalista coetáneo, que también creía en su capacidad para elevar la pasión y se refería a ellos como «hierba de Venus». A partir de ese momento decrece la creencia de sus efectos, de ellos sólo se habla por sus propiedades diuréticas e incluso se creen inapropiados y son tachados como impúdicos e indecentes hasta que son redescubiertos en el s XVI y se vuelven a reintroducir como joya gastronómica.
Los espárragos “despiertan la lujuria en el hombre y la mujer”, escribió el herbolario inglés Nicholas Culpepper en el siglo XVII.
Entre la colección de anécdotas en torno al poder afrodisíaco de los espárragos se cuenta que Luis XV estaba preocupado por la frigidez de su amante, la marquesa de Pompadour, y para solucionarlo le hacía comer aquellos alimentos que pudieran excitar sus sentidos, entre los que se contaban los espárragos. Mientras, en la Francia del siglo XIX, a los novios se les servían tres platos de este alimento en su cena prenupcial.
El espárrago es una gran fuente de potasio, fibra, vitamina B6, vitamina A y C, tiamina y ácido fólico. Este último interviene en la producción de histamina, necesaria para alcanzar orgasmos en ambos sexos. No obstante, más allá de sus cualidades nutritivas no hay ninguna evidencia científica de que su consumo mejore algún aspecto de la sexualidad.
Pero, como ya hemos dicho en alguna ocasión, uno no come sólo con la boca sino que los sentidos están a disposición de crear una experiencia única, que en buena compañía puede ser muy productiva. Quizás le debemos a esa forma que incita a engullirlos enteros, a lo anuncio de televisión, la creencia que desde la época romana los ha convertido en un icono de la sexualidad y ha perdurado hasta nuestros días.
¡A disfrutar!
Rätsch, Christian. Las plantas del amor. Fondo de cultura económica.
Allende, Isabel. Afrodita. Plaza James.
http://gastronomia.laverdad.es/temporada/60-vayamos-freir-esparragos.html
http://baguetteriagourmet.com/afrodisiacos/
http://www.lacocinanomuerde.com/blog/674-el-esparragoun-afrodisiaco-desconocido-y-para-colmo-bajo-en-calorias
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